La economía que viene marca un escenario con algunos factores bien definidos según advierten los economistas. En diálogo con Norte Económico, el economista Pablo Agustín Pero señaló que “hoy la economía argentina ya está entre un estancamiento y una caída” y que “se avecinan meses sumamente desafiantes”. El panorama que se vislumbra se presenta como extremadamente desafiante para las empresas en el contexto de futuras inversiones. Por lo tanto, es imperativo comprender el escenario que se desarrollará en la economía nacional en los próximos meses.

“En lugar de expresarlo como un ajuste abrupto, Javier Milei ha empleado la expresión ‘estanflación’ para describir la situación inminente. En lo que respecta a la actividad económica y la recuperación salarial, su mensaje implícito podría ser interpretado como un llamado a la paciencia, indicando que se avecina un período de espera antes de presenciar mejoras sustanciales. En esencia, lo que él quiso transmitir es que el ajuste precederá a cualquier posible recuperación en esos aspectos económicos”, explicó.

En sintonía con este análisis, Gustavo Wallberg también advierte un panorama similar, en donde “una contracción fuerte del gasto será inevitable. “Las alternativas son pocas, o subís impuestos o bajás los gastos. Lo primero que va a venir es el corte de gastos, un proceso que no se dará de forma rápida. Hay que esperar un año para reducir gastos en la parte pública y por eso el Gobierno electo apunta primero a la obra pública, que es más fácil de recortar porque simplemente no hacés obras nuevas”, recalcó.

Esta situación generará un “derrame” hacia el resto de las áreas económicas del país y el nuevo escenario planteará “una disminución en la creación de empleo, afectando directamente al sector de la construcción y sus trabajadores”. “La consecuencia directa sería una reducción en los ingresos disponibles para estos trabajadores, generando un impacto negativo en el nivel de consumo a largo plazo”, advirtió Pero.

“En el contexto de este proceso de ajuste, se vislumbra que los sectores más vulnerables serán la construcción y el comercio. La interrupción de nuevas obras podría generar desafíos sustanciales para las empresas de construcción, ya que la posibilidad de que las provincias resuelvan sus cuentas para redirigir el gasto hacia este sector es un proceso notoriamente lento. Y en el comercio en relación a la caída de demanda por lo que vas a tener un impacto del recorte en la construcción. Si hay un cierre de obra, habrá despidos y esos despidos implican menor demanda en el sector comercial”, coincidió Wallberg.

Asimismo, el especialista vaticinó: “El 2024 se avizora como un periodo sumamente desafiante para cualquier actividad económica y su impacto variará significativamente según el sector. Aquellos involucrados en áreas relacionadas con la agricultura y la energía pueden experimentar un grado considerable de confianza, ya que estos sectores están estrechamente ligados al panorama global”.

En este escenario, el economista planteó que el sector privado enfrentará un enorme desafío, principalmente por la caída del consumo. “El consumidor se convierte en el primer perjudicado ante el incremento de los precios, viéndose obligado a reducir su nivel de consumo. Frente a esta situación, el sector privado se encuentra limitado en sus opciones y se ve compelido a adoptar dos medidas principales. Por un lado, la acumulación estratégica de inventarios en el presente, es decir el stockeo de mercadería ahora. La otra alternativa es la reducción de gastos, lo cual puede implicar negociaciones con los empleados para que acepten la reducción laboral o la posibilidad de ser despedidos. Es la parte dura que inevitablemente tiene que suceder”, precisó.

En contraste con esta situación, Pero analizó cuál es el sector que ayudará a que la economía se reactive. “La última fuente donde se anticipa una posible reacción positiva es el mercado externo, es decir, la perspectiva de que el mundo aumente sus compras a Argentina. Todas las señales apuntan en esa dirección y el único sector que presenta indicios positivos a corto plazo es el externo. Este optimismo se fundamenta principalmente en factores locales, no porque el panorama global esté experimentando cambios significativos, sino más bien porque hemos estado limitando nuestras oportunidades de vender al mundo y ahora parece que se abre nuevamente esa posibilidad”, aseguró.

¿Con qué escenario económico nos encontraremos durante los primeros meses de Gobierno?

Pablo Pero: Se vislumbra la posibilidad de que se reduzcan los subsidios a las tarifas de energía, lo que implicaría un aumento mayor en los costos de la energía en comparación con la inflación promedio. Esta situación llevaría a una contracción en el poder adquisitivo, ya que los precios de la canasta de consumo podrían superar el incremento salarial. En consecuencia, se anticipa una disminución en el presupuesto disponible para el consumo, lo que podría complicar la capacidad de adquirir bienes y servicios. Es poco probable que antes de julio del próximo año se perciban noticias particularmente positivas, al menos en el corto plazo. No obstante, si el panorama comienza a despejarse a partir de marzo o abril, es plausible que algunos empiecen a considerar apuestas más arriesgadas.

Gustavo Wallberg: Lo peor van a ser los primeros seis meses porque habrá un salto de precio a medida que se vayan eliminando todas las presiones que el Gobierno actual tiene sobre los precios. Hoy en día hay muchos precios desactualizados y eso te afecta la economía.

¿Qué pasará con el dólar y la idea de “dolarizar” la economía?

P.P.: Si el cambio en el régimen económico se percibe como creíble, se espera que el dólar blue no aumente, más bien que disminuya. Si la credibilidad es alta, podría acercarse considerablemente al valor del dólar oficial. En caso de ser considerado medianamente creíble, el dólar blue mantendría su posición actual. Una vez que se lleve a cabo este proceso de ajuste en la tasa oficial, se anticipa que la brecha entre el dólar oficial y el dólar blue se reduzca. Esto implicaría un dólar oficial de $650 y un dólar blue de $1.000. Dado que los precios continúan en aumento, se prevé que estas dos tasas converjan gradualmente.

G. W.: La dolarización seguro que no va a ocurrir. No es algo que se descarte al 100%, pero sería en última medida que ocurra esto. Vamos a seguir con el peso. Si las cosas arrancaran bien, deberíamos ver converger los dólares paralelos y financieros con el dólar oficial. Un dólar oficial entre $500 y $600 es factible, es lo que está especulando el mercado. Si se toman medidas serias en lo monetario, en lo fiscal y lo cambiario, uno debería esperar que el dólar blue baje. De esta manera, convergerían el paralelo y el oficial en alrededor de los $600.

¿En qué plazo de tiempo podremos comenzar a ver los efectos?

P.P.: Este panorama descansa en la posible implementación de medidas como la reducción de la carga estatal, la simplificación de trámites, la facilitación de procesos de contratación y el establecimiento de estabilidad en la moneda. Estas propuestas gubernamentales, actualmente en consideración, son percibidas positivamente por el mercado, aunque se proyecta que sus impactos se materialicen en el transcurso de al menos un año. Antes de alcanzar esta ansiada estabilidad. Sin embargo, se prevé un periodo inicial de ajuste que podría extenderse a tres o cuatro meses, caracterizado por cambios drásticos.

G. W.: Por el lado del sector público, el combate a la inflación tiene un solo remedio y es dejar de emitir. El problema que dejar de emitir no es fácil porque necesitás arreglar las cuentas públicas. El segundo problema que tiene esto, es que el efecto que tiene cese de emisión demora un año en aparecer. Es por eso que Milei habla de entre 18 y 24 meses, pero lo que está hablando es sobre el efecto pleno. Una política inflacionaria dura un mínimo de un año para que los efectos comiencen a aparecer.